Capítulo 5

Me tiré sobre la cama y suspiré profundamente, entonces, puse mis manos entre la almohada mi y cabeza mirando al techo y mis ojos ambarinos reflejaron en él la tierna imagen de Hugo. Suspiré nuevamente. Había sido una tarde maravillosa, había conocido al chico perfecto. Había conocido a mi príncipe.
De repente, un zumbido invadió la tranquilidad de mi cuarto y me sobresaltó. Metí la mano en mi bolso y saqué mi móvil. No...¡no!
- ¡Sí!- grité. Al momento me tapé la boca con la mano y me callé. Eran más de las tres de la mañana, mis padres estarían dormidos.
Volví a mirar el teléfono para cerciorarme de que era cierto. ¡Me había mandado un mensaje y hacía apenas media hora que nos habíamos visto.
Decía que quería volver a salir conmigo, el próximo sábado. ¡Claro que sí! El único inconveniente era el tener que esperar tanto tiempo como son seis días para verle.
No tenía sueño. Quería seguir pensando cómo sería el sábado siguiente, pero no debía hacerlo, porque está científicamente comprobado que si imagino cómo va a ser algo no se cumple. Así que puse a mi móvil los cascos y reproduje una y mil veces la misma canción tranquila pero profunda que siempre me hacía llorar a escondidas. Así, me quedé dormida.

Capítulo 4

Busqué de dónde provenía aquel celestial sonido, ¿de quién era esa voz?
Todos los chicos se apartaron y, de repente mis ojos se abrieron de par en par para percibir aquella maravillosa imagen: un chico posiblemente un año más mayor que yo, atlético y esbelto, con una piel morenísima y los ojos grises más hermosos que jamás me habían mirado. Se acercó lentamente hacia mí mostrándome una espléndida dentadura perfecta.
- Hola, soy Hugo. - automáticamente mi rostro cambió para mostrar el mayor ejemplo de felicidad.
- Hola, Hugo, ¿qué tal? Soy Ester.
- ¿Picamos algo?- ¡sí! En mi interior estaba dando botes de alegría. ¡Por fin había encontrado a mi príncipe y era mejor de lo que nunca había imaginado!
Entonces, sin que yo hubiese podido responder, Hugo se acercó a mí, me agarró de la cintura y empezó a caminar conmigo hacia la mesa de la comida.
- Bueno, Ester. Jamás pensé que mi ciber-amiga pudiese ser tan guapa como tú.
- Gracias...- dije tímidamente. Me giré disimuladamente, miré a Vero y la sonreí.
- ¿Quieres un pinchito de tortilla?- sonreí de nuevo, pero esta vez para crear una sonrisa perpetua que duraría el resto de la tarde.

Capítulo 3

- ¿Nerviosa?- me preguntó Vero mientras recolocaba mi vestido y me miraba de arriba abajo.
- Un poco...- mentí, estaba nerviosísima, pero Vero me conocía demasiado y al instante se dio cuenta de que mis manos temblaban casi como si se fuesen a soltar de mis brazos.
- Tranquila, aún tienes un poco de margen hasta que llegue. ¿Te hace un bañito?- era increíble, parecía que me leía la mente. Vero y yo éramos las mejores amigas del mundo, sabíamos mucho la una de la otra.

Sin decir nada más, me quité el vestido, lo tiré al fresco césped que rodeaba la piscina y corrí mirando atrás mientras Vero se reía. Mis nervios se calmaban a medida que me iba sumergiendo en el agua. Vero se tiró después, pero inmediatamente después se giró y me señaló disimuladamente un grupo de chicos que entraban por la verja.

Salí del agua y, aún empapada me dirigía hacia ellos muy decididamente, sin mirar atrás. No sabía cuál de ellos era mi príncipe, y era demasiado tarde para volver atrás y pedirle a Vero alguna pista, así que seguí caminando y no me detuve hasta estar frente a ellos. Eran unos ocho chicos que avanzaban hacia mí descolocadamente hasta que yo me hube parado. Entonces, se oyó una voz por el fondo que dijo:
- Princesa, soy yo.

Capítulo 2

-¡Mi príncipe!
Me desperté sobresaltada. Me restregué los ojos mientras la leve luz de la mañana me acariciaba con sus, a veces desagradables, rayos de sol. ¿Qué hora era? ¿Qué día era? Había perdido la noción del tiempo. Me sentía como si hubiera dormido años y años. Miré el despertador: las 12 de la mañana; era un poco tarde, seguramente mis padres ya habían desayunado, pero eso no me preocupaba, sólo me intrigaba el conocer por fin a mi príncipe. Tenía tres largas horas para prepararme.
Me calcé las zapatillas y me fui al baño aún desperezándome. Me atusé un poco el pelo y me miré al espejo: me veía guapa. Parecía que la mañana se había puesto de mi parte.
Bajé las escaleras lentamente, arreglándome el camisón. Mis padres estaban viendo la tele en la sala de estar y, en cuanto se percataron de mi presencia me saludaron vagamente mientras yo esbozaba una falsa y fingida sonrisa. Desayuné; esto no me llevó mucho tiempo, ni quería que lo hiciera.
Tras esto, volvía a dirigirme a mi cuarto para elegir mi bikini y mi ropa. Esa iba a ser una tarde realmente especial y está científicamente comprobado que si estás guapa la tarde es mucho mejor. Así que removí todos mis cajones y me probé todos los bikinis que tenía, hasta que encontré el perfecto: un bikini de flores tropicales naranja que combiaban perfectamente con un vestido blanco, corto y sin mangas ni tirantes, perfecto para impresionar a mi príncipe.
Abrí la puerta para salir a la calle, respiré hondo. Era mi oportunidad. Me armé de valor y caminé decididamente hacia la fiesta.

Capítulo 1

-¿Cómo? ¿Tan sólo te dejan estar en la fiesta hasta las 3?
- Has oído bien, hasta las 3.
- Tus padres son muy crueles, Ester. Van a hacer que pierdas la oportunidad de tu vida.
- Lo sé... y no dejo de darle vueltas. Bueno, algo es algo. Ahora me voy a casa.
Dí un abrazo a Vero y me fui. Metí mis manos en los cálidos bolsillos de mis vaqueros y caminé lentamente mirando a un lado y a otro observando las casas. Pronto sería la fiesta en la piscina que llevábamos todo el verano planificando; todas mis amigas iban a ir, todos mis amigos iban a ir, él iba a ir. Por fin tendría la oportunidad de descubrir al príncipe de mis sueños: un príncipe que, en lugar de llevar una gruesa armadura y un duro escudo, se protegía por la pantalla de su ordenador y las condiciones de privacidad del chat de internet. Ni siquiera sabía su nombre, pero al menos tenía la seguridad de que fuera un buen amigo de mis compañeros de instituto. Le había imaginado millones de veces, aunque no me gustaba pensar: estaba científicamente comprobado que si imaginaba algo no se haría realidad.
Llegué a casa y, a pesar de la pereza que esto me suponía, saqué una de mis manos del bolsillo para llamar al timbre. Me abrió mi madre, y me saludó con su ya típico "hola, cielo" antes de que le respondiera con una leve mueca. No quería cenar. Sí, tenía muchísima hambre, pero no quería encontrarme con aquella pareja de individuos vulgarmente conocidos como padres que pretendían arruinarme el conocer a mi príncipe.
Sin decir ni una palabra, subí las escaleras aún con las manos resguardadas en los bolsillos hasta llegar al cuarto de baño. Allí liberé mi moreno pelo de la prieta coleta que lo retenía y lo cepillé un poco. Después me quité la ropa y me puse mi camisón verde, precioso, que me hacía disfrutar aún más del sueño. Me dispuse a acostarme sin decirles nada a mis padres, para que se percataran de que yo no estaba dispuesta a arruinar la seguramente mejor noche de mi vida, y estuve apunto de conseguirlo. Vale, sí, soy débil. Me acerqué a la barandilla de las escaleras y grité "buenas noches", y en seguida fui respondida con el también tipiquísimo "que descanses, cielo".

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