Capítulo 12

Que no me enfadara... A ver, analicemos la frase: "Álvaro y yo estamos juntos" ¿Pero como quieren que no me enfade? Vero y yo nos contábamos todo, absolutamente todo, y me había ocultado algo tan importante.
Les miré, me miraron. Álvaro se mostraba preocupado mientras que Vero hacía una mueca a la vez que ladeaba la cabeza. Entonces me di cuenta: había estado más atenta de Hugo que de mis mejores amigos, les había ignorado por completo. Aun así no sabía como reaccionar.
- ¿Te parece bien?- djo Vero recolocando la cabeza
- Sí... ¿porque iba a parecerme mal?- Vero corrió hacia mí y me abrazó, y automáticamente llamamos a Álvaro para que se uniera al abrazo. Me encantaban los abrazos en multipropiedad.
- ¿No estás enfadada?- preguntó Álvaro intentando retirarse, aunque no se lo permitimos.
. ¡Claro que no!
Por fin nos soltamos y comenzamos a deshacer mis maletas. Me encontraba feliz, pero era una felicidad extraña, aún no lo había asimilado. Pasamos el resto de la tarde jugando al Monopoly; a mi no me gustaba en absoluto ese juego, pero hizo que me olvidara momentáneamente de Hugo, momentáneamente, porque ahí estaba Vero para recordármelo:
- Salimos esta noche.
- ¿Es una pregunta?- dije
- No, es una orden.- añadió Vero entre risas.- Hemos quedado con Hugo, para salir en parejitas.
- Vero, no. Acabamos de...
- Me da igual, tú te vienes con nosotros y te lo pasas bien.
No tenía otra alternativa, ir o ir.
Llegaron las nueve de la noche y echamos a Álvaro de la casa. Teníamos que arreglarnos, y no era plato de gusto tener a un chico mirando nuestro cambio radical. Le sacamos tan rápido de la casa que no supo que había ganado al Monopoly.
Vero se sentó a pintarse, yo mientras la planchaba el pelo. Era tradición. Mientras una se maquillaba a sí misma la otra la arreglaba el pelo. Quería saber más sobre a relación de Álvaro y Vero, les veía como mi amigo y mi amiga, no como pareja, así que, mientras alisaba con cuidado su rubio cabello la pregunté:
- ¿Y desde cuando estáis juntos?
- Desde aquella noche en el parque...
- Ah... aquella noche...
- ¿Por qué? Nunca has bebido.
- Lo único que sé es que fue a la vez la mejor y la peor noche de mi vida.
Nos callamos. Vero estaba guapísima. Su reflejo en el espejo era el reflejo de una diosa. Se levantó y me senté yo frente al espejo para cambiarnos los papeles. No me veía igual; había adelgazado mucho en el hospital y me veía demasiado demacrada.
- Vero, yo no soy guapa. Hugo es tan... y tantas chicas preciosas le persiguen. Mírame, en cambio yo soy la que pasa desapercibida, la que baja la cabeza cuando un chico se acerca y la que se esconde bajo la tierra cuando hay problemas; en cambio él...
- En cambio él te besó, y lo que tienes que hacer es ponerte más guapa de lo que eres y enamorar a Hugo.- me sonó tan convincente...
Vi como poco a poco mi aspecto iba cambiando; no era una diosa, pero al menos lo parecía. Dejé mi larguísimo cabello moreno suelto, aunque me recogí el flequillo hacia atrás con varias horquillas y varios kilos de laca. Después comenzamos a rebuscar en el armario algo decente con lo que vestirnos. Vero sacó miles y miles de vestidos de todos los colores mientras yo la miraba.
- Vero...
- ¿Qué?- dijo mientras continuaba sacando prendas.
- Verde.
- ¡No, Ester! ¡Verde, no!- Vero se giró hacía a mí y me fulminó con la mirada. A continuación me enseñó un vestido plateado y negro, el vestido más precioso que jamás habría visto en el interminable armario de Vero.- Éste, y si no te gusta, pues te vas en bragas.
- Vale, éste, éste.
Aún nos estábamos calzando cuando oímos gritar a alguien en la calle: era Álvaro, por fin había llegado a recogernos. Me puse los tacones más altos que encontré y me volví a mirar en el espejo: era yo, era yo con un rostro triste y sin vida, algo que ni el más caro de los maquillajes podía solucionar, sólo podía solucionarlo yo, así que, duramente, dibujé en mi cara una sonrisa que me hizo sentir realmente mejor. Cogí de la mano a Vero y tiré de ella para bajar rápido por la escalera de caracol.

Capítulo 11

Hugo estaba conectado al chat, pero no le hablé, aunque automáticamente una ventana en el inferior de la pantalla me avisó de que alguien quería hablar conmigo:
- ¡Hola! =D
- Hola, Hugo. ¿Qué tal?- escribí con pocas ganas.
- Lo importante es cómo estás tú.
- Mejor. Bueno, peor. Bueno, mejor que en el hospital pero peor que en casa.
- ¿Te pasa algo conmigo? Tu mal rollo se percibe a través de la pantalla.
- Contigo no, con el mundo en general.
- ¿No será por lo que pasó en el parque la última noche?
- ¡Eso no! Intentaré averiguar cómo pude beber tanto.
- No, Ester. Por lo que pasó antes.- me quedé bloqueada, no sabía qué escribir.- Mira, no importa, si quieres dejamos que vaya surgiendo solo, ¿vale?
- ¿Sabes que voy vestida de verde?
- Jaja, lo tomaré como un sí.
- Bueno, me desconecto ya, que me estoy aprovechando mucho de la caridad de la madre de Vero. ¡Chao!
Estaba eufórica, tenía muchísimas ganas de gritar, pero me contuve. Entonces oí a varias personas subiendo las escaleras, por lo que me asomé hacia el pasillo: eran Álvaro y Vero.
- Tenemos que hablar contigo.- dijo Vero según entró a la habitación. No me gustó el tono en el que lo dijo, por lo que olvidé al instante la felicidad que me llenaba.
- ¿Qué pasa? He hecho algo malo, ¿verdad?
- No, no eres tú.- continuó Álvaro.- Mira, no queremos que te enfades ni que te sientas incómoda, porque somos amigos, y siempre seremos amigos. Si en el fondo es una tontería...
- ¿Qué pasa?- dije bastante alterada
- El verde no te sienta bien.- añadió Vero.- Sí, no me mires con esa cara.
- Vale, eso es verdad.- continuó Álvaro.- Pero hay otro tema más importante.
- ¿Más importante aún?
- Venga, te lo suelto rápido, para que no sufras. Álvaro y yo estamos juntos.

Capítulo 10

Por fin me encontraba en casa. Bueno, en casa de Puri. Las reformas aún no habían terminado y no se preveía su final muy pronto. Pero a mi padre no le apetecía demasiado convivir conmigo, seguía resentido por lo de aquella noche aunque le repetí mil y una veces que no tenía la menor idea de cómo había podido suceder; así que, decidieron mandarme a casa de Vero hasta que a mi padre se le bajaran los humos.
Por una parte me encontraba muy feliz, todo el mundo desea irse a vivir una buena temporada con su mejor amiga, pero por otro lado iba a echar bastante de menos la comodidad de la habitación de Miguel, el hijo pequeño de Puri. "Son mis vecinos, los veré todos los días" pensé, y a continuación solté la maleta de mi mano derecha para tocar el timbre de la puerta del jardín.
No sonó nada. Lo volví a intentar, pero tampoco dio resultado. Dejé sobre mi maleta varias bolsas que llevaba en la mano sobrante y una mochila; ¡menuda liberación! Empecé a investigar el timbre.
Hacía muchísimo calor y llevaba por lo menos diez minutos intentando hacer sonar el maldito timbre, pero miré hacia arriba, a una de las columnas que rodeaban la entrada: "No funciona, empujar la puerta." ¿Cómo? ¡Había pasado los diez minutos más interminables de mi vida tocando un timbre cuando tan sólo debía empujar la puerta! Me coloqué la mochila sobre el hombro derecho, recogí las bolsas y levanté la maleta; ante la falta de manos, opté por empujar la puerta con una leve patada. Probé. Nada. Cerrada. Volví a soltar la maleta, las bolsas y la mochila. Notaba como el sol me quemaba más y más a cada momento. Empuje la puerta. Nada. Cerrada de nuevo. Me estaba desesperando.
Pero de repente, ¡idea! Llamaría a Vero por el móvil. Rebusqué en mis bolsillos y no lo encontré. Entonces recordé que el móvil estaba dentro de la maleta, y la llave de la maleta perdida en alguna de las idénticas e innumerables bolsas que portaba.
Comencé a sudar en cantidades industriales, así que me recogí el pelo en un moño, me remangué los pantalones y me dispuse a saltar la valla del jardín. Tiré primero la maleta, las bolsas y la mochila por encima de la valla, después iba yo. Está científicamente demostrado que yo no soy un as para el ejercicio físico, y menos en semejantes condiciones, por lo que tardé unos diez minutos en saltar la valla por completo. Miraba una y otra vez hacia las casas de alrededor, esperaba que no me viera ningún vecino.
Ya estaba en la puerta principal, por fin. Llamé al timbre interior, que sí funcionaba, y me abrió la madre de Vero.
- ¡Hola, Ester! No te esperábamos tan pronto. ¡Uh! Vienes sudando, ¿hace mucho calor?
- No mujer, es que me ha dado por practicar salto de vallas antes de venir.
- ¡Sí señora! Está muy bien que hagáis ejercicio. Verónica no está, pero puedes dejar todas tus cosas en su habitación y hacer lo que quieras allí.
Así que, una vez más, recogí todas mis pertenencias del suelo, pero esta vez para recorrer una interminable escalera. Entré en el cuarto de Vero, y solté todo de golpe. Entonces vi el ordenador, hacía bastante tiempo que no entraba en el chat...

Capítulo 9

Me desperté. Todo me daba vueltas y estaba realmente confundida. Miré a mi alrededor, y no me gustaron las vistas. Mi padre se encontraba apoyado en la pared de la habitación gritando mientras que mi madre permanecía sentada en una silla de madera llorando inconsolablemente.
- ¿Qué hora es?- pregunté sin percatarme de la situación. De repente, mi madre abrió ampliamente los ojos y corrió hacia mí.
- ¡Mi niña! ¿Cómo estás, mi niña?- dijo mientras me cogía tiernamente de la mano.
- Me siento rara.- no quise hacer más énfasis en mi estado.- ¿Qué hora es? ¿Qué hago aquí?
- Son las seis y media, cielo.- me aclaró mi madre tras darme un beso.
- ¿De la tarde?
- No, de la mañana.- mi padre empezó a caminar lentamente hacia mí con una cara que no me gustaba en absoluto.- Nos has hecho venir al hospital a las cinco de la mañana- su tono se elevaba más a medida que hablaba.- por un jueguecito de los tuyos. ¡Jamás me pude esperar esto de ti, Ester! ¡Me has decepcionado!
Me asusté. No sabía de qué me hablaba. Entonces, evalué la habitación en condiciones y me percaté de la clase de lugar en el que me encontraba. Sí, un hospital. Una oscura y triste habitación de hospital. No recordaba nada; mis recuerdos únicamente alcanzaban hasta el beso de Hugo.
- ¡Hugo!- grité sin darme cuenta.- ¿Dónde están mis amigos?- rectifiqué.
Mis padres me lo explicaron todo. Vero había llamado a una ambulancia porque había sufrido un coma etílico. ¿Yo? ¿Un coma etílico yo? ¡Está científicamente comprobado que yo no bebo! El caso es que me encontraba en unas condiciones lamentables y probablemente no podría salir de allí hasta pasados varios días.
Pasaban las horas, los días, y mis padres permanecían allí conmigo incansablemente mientras familiares y amigos se pasaban a visitarme frecuentemente. Pero, sin duda, el mejor (si no decir el buen) día en aquél infierno de cables y pastillas fue ése en el que llegó Álvaro al rededor de las siete de la tarde a visitarme.
Me abrazó, se sentó conmigo en mi incomodísima camilla y permanecimos charlando prácticamente hasta las doce de la noche, cuando yo me quedé dormida. Al día siguiente, Álvaro seguía allí, recostado en el cabecero de la camilla durmiendo como un dulce angelote. Qué guapo estaba. Qué bueno era. Me acomodé sobre su pecho rodeándole con mis brazos y me volví a dormir.
- Ester... Ester... Me tengo que ir Ester...
- ¿Ya? ¿Tan pronto?
- He pasado toda la noche aquí, mis padres van a pensar que estuve haciendo algo más privado que dormir.- se rió, me reí. Me guiñó un ojo y me besó tiernamente en la frente.
- Oye, Álvaro. Hazme un favor.
- Lo que quieras.
- Consígueme mucha ropa verde.
- ¿Verde? ¿Porqué verde?
- Porque hacen juego con mis ojos.- sonreí y le lancé un beso desde la camilla hasta que cerró tras de sí la puerta de la habitación.

Volver al inicio Volver arriba Sólo por ti. Theme ligneous by pure-essence.net. Bloggerized by Chica Blogger.