Capítulo 31

SE ACERCA EL FINAL...

En seguida retiré a Vero de mí apartándola a un lado para dejarme suficiente campo de visión como para apreciar el cuerpo de Cespe inmóvil apoyado sobre la acera. No pude moverme, estaba en una especie de estado de shock. Vero movió sus manos, dio varias palmadas contra mis mejillas y, finalmente, dijo:
- No sé si está muerto.- No contesté. Simplemente continué mirando al pobre Miguel Céspedes.- ¿Qué hago? ¿Qué hacemos? ¡Estoy histérica!
- ¡Llama a una ambulancia!- reaccioné por fin, sorprendiéndola.

Vero sacó a duras penas el móvil de su bolsillo, ya que las manos le temblaban notablemente. Sin embargo, yo no tenía cuerpo ni para temblar: escuchaba de lejos la conversación de Vero con el teléfono de emergencias cuando decidí levantarme e ir a buscar al culpable de todo esto. Con las pocas fuerzas que me quedaban dirigí mis pasos hacia la casa de Hugo, despacio, mientras notaba que mi cara palidecía por momentos.
Vero intentó impedir que me fuera, quizás lo hacía por mi bien, pero por su bien yo la recomendé que no me acompañase y que se quedara esperando ayuda para Cespe. Una ambulancia se cruzó conmigo a mitad de camino, y decenas de personas durante el resto del recorrido: personas que murmuraban indeseablemente a mi alrededor. Ellos no me entendían, nadie me entendía, seguro que pensaban que estaba loca.

Pero, cuerda o no, llegué por fin a casa de Hugo, donde llamé plácidamente al timbre, calmada, hasta que la puerta empezó a abrirse poco a poco.

Capítulo 30

SE ACERCA EL FINAL...
Estaba realmente asustada. No sabía qué podía haber ocurrido con Cespe, así que guardé mi móvil en el bolsillo y bajé disimuladamente por la escalera: evitando que mi madre me atrapase de nuevo con sus sermones.
Una vez hube salido a la calle corrí tan rápido como pude esquivando acercas, personas, farolas y todo tipo de objetos que pudiesen interponerse en mi camino. El viento chocaba fuertemente contra mi cara, tanto que incluso me hacía daño, pero no podía parar: mis pies habían comentado a moverse solos, y no podía controlarlos. Un fuerte impulso me hacía acelerar más y más, pero por mucho que corría el camino se me hacía interminable, y parecía que nunca llegaría hasta el final.
Pero, por fin doblé una esquina y paré en seco. A primera vista no conseguí ver nada, hasta que algo pegajoso comenzó a manchar mis zapatillas: sangre. Un reguero de sangre que llegaba hasta mis pies desde un pequeño rincón en la acera, y ahí estaba él.
Me acerqué despacio, no quería contemplar aquella estampa. Vero se encontraba inclinada sobre un cuerpo, seguramente el de Cespe, llorando desconsolada mientras me observaba. Entonces se levantó súbitamente y corrió hacia mí. En un primer momento pensé que se me echaría al cuello para hacerme daño, pero en realidad se acercó para darme un abrazo y decir: "Ha sido tu príncipe. Ha sido culpa tuya".

Capítulo 29

SE ACERCA EL FINAL...

Llegué a casa furiosísima. Cerré la puerta de un golpe y mi madre me miró perpleja mientras yo subía rápidamente las escaleras. Tras de mí iba ella. Me senté en la cama y apoyé mi cara en la almohada, aunque no para llorar. Entonces noté como la cama se hundía de un lado: sí, mi madre se estaba preparando para soltarme una de esas odiadas charlas psicológicas que, en vez de ayudarte, lo que hacen es hundirte aún más en el fango.

- ¿Qué te pasa, Ester? Estás muy rara desde el verano.- ¡Otra con que estoy rara!
- Nada. Vete. - dije sin apartar de mi cara la almohada, claro, hasta que a la mujer se le ocurrió quitármelo y observarme con esa terrible mirada maternal de compadecencia.
- ¿Me lo vas a decir?
- Sabes que no, así que, vete.
- Ester, ¿por qué has cambiado?- arranqué de sus manos la almohada, la apreté con todas mis fuerzas y la lancé contra el suelo, aunque en realidad hubiera preferido golpearla contra mi madre.
- ¡No he cambiado! ¡Habéis cambiado todos vosotros! ¡No sois los que érais!
- Te intentaste suicidar, hija. Aún tienes secuelas de aquéllo.
- ¡Fue un accidente! ¡Eres mi madre! ¡Deberías entenderlo!

Entonces, una pequeña vibración que después se convirtió en melodía polifónica, me sobresaltó. Era Vero.

- Es privado. Deberías irte, ¿no?- dije matando a mi madre con la mirada, que automáticamente se marchó. - ¿Qué quieres, vívora?
- ¿Qué has hecho? - se notaba a Vero muy nerviosa, incluso apunto de llorar, por lo que me alarmé.
- ¡Yo no he hecho nada!
- ¡Si quieres arruinar tu vida, hazlo, pero deja a Cespe en paz!
- ¿Qué le ha pasado?
- Tu príncipe azul se ha enterado de algo que no debía, ¡por tu culpa! Si aún queda algo de la buena Ester que había antes, ven a casa de Cespe.

Ti... ti... ti... Colgó.

Capítulo 28

SE ACERCA EL FINAL...
Cespe, gay. Increíble.
Eran al rededor de las doce de la mañana y no había dormido absolutamente nada. ¿Por eso quiso Cespe acercarse a mí? ¿Para que le abriese camino con Hugo? ¡¿Cómo había podido ser tan tonta?! Quizás se había querido aprovechar de mí, quizás me había querido pedir ayuda y yo no lo sabía interpretar.
Y... ¿ahora qué? Tenía dos opciones: Decirle a Hugo que Cespe le quería o dejarlo pasar, al fin y al cabo Hugo siempre había sido mío.
Decidí actuar, no quedarme con los brazos cruzados. Tenía clarísimo a qué acera pertenecía Hugo, pero Cespe no debía esconder sus sentimientos, así que, me armé de valor y salí a la calle a casa de Hugo.
Llegué a eso de la una, un domingo por la mañana. Levanté mi cabeza hacia la ventana de la casa y vi movimiento en el interior. Con suerte no estaría dormido. Llamé tímidamente al timbre, y tuve la suerte de que me abriera él directamente:
- ¡Hola!- dije sonriente.
- ¿Qué haces aquí?- dijo él violentamente.
- ¿No quieres verme?
- Termina rápido.
- ¡Cespe te quiere! ¡Miguel Céspedes te quiere!- Hugo levantó una ceja y me miró fijamente con sus profundos ojos grises.
- Estás loca. Crees que te has curado pero sigues estando loca.
- ¡Yo nunca he estado loca! Cespe te quiere tanto como te quiero yo, pero él no sabe que eres mío.
- Mira, yo no soy de nadie, y menos de una loca.
¡Zas! Portazo en las narices. Quizás eso me doliera en la moral, pero más tarde a Cespe le dolería físicamente,

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