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Habréis comprobado que el jueves pasado no escribí; bien, era una prueba. Tras algunas semanas de decepción y de darle muchas vueltas a la cabeza he llegado a una CASI conclusión.
Llevo catorce semanas escribiendo y me siento realmente decepcionada, porque apenas gente sigue el blog, y aunque los que lo seguís sois unas fans fantásticas, me siento muy frustrada.
Dejé un jueves de escribir para comprobar quién comentaría para quejarse: dos personas pidiendo el capítulo quince.
Creo que ya sabéis por donde voy: seguramente dejaré el blog.
Merece la pena escribir para seguidoras tan especiales como vosotras, pero es especialmente frustrante que tras catorce semanas de blog apenas nadie lo lea.
Bien, la decisión aún no está tomada del todo.
Dejad comentarios y opinad, por favor, depende de vosotras.
Si al final dejase el blog, también pensaría seriamente el desvelar el final o dejarlo a vuestra imaginación, pero para eso aún queda mucho.
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Eso es todo... comentad por favor.

Capítulo 14

La noche transcurrió fantásticamente. Puede que no fuera la pareja sentimental de Hugo, pero era su pareja de baile, su pareja de risas, su pareja de... ¿copa? No estaba borracha. Quizá un poco chispa, pero sabía perfectamente lo que hacía y era dueña de mis actos.
El bolso empezó a vibrar mientras Hugo y yo reíamos sentados en una de las mesas del pub. Lo abrí y me di cuenta de que Vero me estaba llamando desde hacía un buen rato; entonces me percaté de que Álvaro y Vero ya no seguían en el pub. Seguramente se habrían cansado y estarían en casa.
- ¿Diga?
- ¡Hola, Ester! ¿Dónde estás?
- Aún en el pub.- dije mientras subía progresivamente la voz.
- ¿Aún? Yo estoy en casa desde hace un rato. ¿No has mirado que hora es? Mi madre me va a matar como llegues a casa demasiado tarde.
- ¿La hora?- miré un momento el reloj.- ¡Las cuatro y media! Vale, ya voy.
Hugo me miró y yo le dediqué una mueca.
- ¿Te vas?
- Sí.
- ¿Te llevo en moto?- dijo Hugo mientras me mostraba las llaves. Mis ansias me decían "¡sí, sí!" pero ahí estaba mi conciencia para intentar hacerme cambiar de opinión: "Ester, ha bebido. ¿Tú crees que es seguro montarte en la moto de un chico casi ebrio al que conociste hace un mes?"
- ¡Vale!
Salimos del recinto, y noté mucho el cambio de temperatura.
- Tienes frío... ¿quieres mi chaqueta?- mis ansias me decían de nuevo "¡sí, sí! y, en esta ocasión mi conciencia corroboró: "¡sí, sí!"
- ¡Sí, sí!
- ¿Sabes qué?- me dijo mientras se quitaba despacio la chaqueta mostrando de nuevo aquella camisa que tanto le favorecía.- Estabas muy simpática bailando, y muy sexy mientras mordías la manzana.
Por suerte, tuve tiempo para ponerme el casco y disimular el enrojecimiento de mis mejillas.
Nos montamos en la moto y emprendimos el camino hacia casa de Vero. Hugo controlaba bien la moto a pesar de su estado de embriaguez, su forma de conducir me daba seguridad, pero, claro, está científicamente comprobado que mi conciencia no sabe estar callada: "Si tenéis un accidente, recuerda que te lo avisé".
En media hora ya estábamos en la puerta del jardín, así que dí dos besos a Hugo y llamé al móvil de Vero para no despertar a su familia, que automáticamente me abrió la puerta y me acompañó a nuestra habitación compartida.
- Ester.- dijo Vero mientras se ponía el pijama, ¡cómo lo sabía! tenía muy claro que Vero se comportaría como mi madre y me echaría la bronca.
- ¿Qué me vas a decir? ¿Que Hugo no me conviene?
- Puede, pero lo importante es que has cambiado: jamás has bebido, nunca habrías vestido dos semanas enteras de verde sólo porque un chico mayor que tú dice que hace bonito con tus ojos, nunca habrías montado en la moto de alguien borracho. Te comportas diferente. No eres tú. Seguramente el coma etílico lo pasaste por culpa de Hugo
- Sí soy yo. Quizás eres tú la que ha cambiado, "mamá".
Ese comentario hirió profundamente a Vero, que se metió en seguida en la cama y apagó la luz. Yo, me tapé la cabeza con las sábanas después de coger un boli y una pequeña libreta. Estaba realmente irritada: no me explicaba como mi mejor amiga se comportaba como si fuera mi tutora legal, y está cientifiquísicamente comprobado que cuando me enfado, una de dos, o escribo poemas quejándome del mundo o pedaleo horas en la bici estática; y, como no había ninguna bici estática, comencé a escribir mis penas en verso: ¿Para qué rayos tener una amiga, si tienes que hacer lo que ella te diga?...

¡MIL VISITAS!

Mil visitas... ¡¿quién lo iba a decir?! Bueno, puede que esto os parezca una tontería, pero quería dar las gracias a todas las seguidoras que cada jueves os plantáis delante del ordenador para soportar mi historia. Me alegro mucho que, aunque son pocas las personas que leen el blog, son tan simpáticas como Albita, Yass, Mayte, LuLu, MaGGie... Muchas gracias. Seguid leyendo el blog, comentad, recomendadlo y hacedme llegar a las dos mil visitas.
¡Un beso!

Capítulo 13

Tras media hora de camino y de actuar como "sujetavelas" empezó a rugirme el estómago. Estaba científicamente comprobado que a cada momento de ansiedad o nerviosismo me entraban unas ganas terribles de comer. Así que saqué una manzana de mi bolso y empecé a comer. Vero y Álvaro me miraron extrañados y comenzaron a reírse.
- ¿Y qué tiene de gracioso?- dije yo enfadada.- Vosotros os coméis los morros, y yo me como una manzana.- Automáticamente la expresión de sus rostros cambió.
- Si quieres volvemos a casa, eh.- dijo Vero en tono amenazante, pero me dí cuenta de que mi reacción no había sido justa.
- ¡Lo siento! ¡No quería decir eso! ¡No quería que os ofendiérais!
- ¡Pero lo has dicho!- dijo Vero buscando pelea.
- Da igual, Ester.- menos mal que ahí estaba Álvaro para calmarnos. De no ser así, Vero ya me habría roto la nariz. Esa era su forma de librarse de los problemas, con un puñetazo. Un único puñetazo sorprendente, dado su angelical aspecto.
Seguimos caminando, y yo comiendo al mismo tiempo. Vero y yo nos mirábamos de vez en cuando y respondíamos a algunos comentarios, nada más. Esta noche iba a ser muy dura.
Al poco tiempo llegamos al pub más frecuentado por los jóvenes de la ciudad. En la puerta, esperando, estaba Hugo: vestido con una camisa negra que resaltaba, aunque no en exceso, su cuerpo de dios griego. Mordí la manzana -riquísima por cierto- pensando que me daría tiempo a tragarla antes de que tuviera que saludar a Hugo, pero no: Vero y Álvaro aceleraron el paso y yo no tuve más remedio que alcanzarles y ser la primera saludada.
- Hola, Ester, ¿qué tal?- dijo mostrando su perfectísima dentadura.
- Hola...- posiblemente fue uno de los momentos más horribles de mi vida. Vale, él no se percató del todo, pero le había saludado con la voz de ogro típica de cuando tienes la boca llena. Daría cualquier cosa por volver atrás en el tiempo y cambiar ese momento.
La noche transcurrió con normalidad. Vero y yo fuimos retomando conversaciones a lo largo de la noche hasta que olvidamos el altercado sucedido.
A partir de las doce y media de la noche, Álvaro y Vero se separaron de nosotros para ir a bailar. A mí también me gustaba bailar... pero no se me daba bien: la mejor coreografía que había aprendido en mis dieciséis años de vida era la de La Macarena, y dio la casualidad que no la pusieron en el pub.
- ¿Quieres tomar algo?- me dijo Hugo amablemente mientras se apoyaba en la barra para pedir.
- Una Coca-Cola, gracias.
- Digo algo contundente. Algo que te dé ganas de salir a bailar conmigo.
- ¿Alcohol?- dije escandalizada.
- Claro que sí, pareces nueva.- dijo entre risas.- Parece que no has bebido en tu vida.- "Bebí, pero no consciente", pensé. - Ya verás, te voy a pedir lo mismo que a mí, te va a encantar.
Y me trajo un vaso con un líquido casi transparente, pero no me atreví a preguntar qué era. Tomé un trago, me agarró de la mano y me sacó a bailar al lado de Álvaro y Vero. Ella se dió cuenta de la clase de bebida que llevaba, y me hizo un gesto interrogativo, pero no hice caso. Notaba como tenía más energía cada vez. No estaba contenta, ¡estaba muy contenta! Y era una felicidad no sólo provocada por estar bailando con mi príncipe -en plan amigos, por cierto-.

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