La noche transcurrió fantásticamente. Puede que no fuera la pareja sentimental de Hugo, pero era su pareja de baile, su pareja de risas, su pareja de... ¿copa? No estaba borracha. Quizá un poco chispa, pero sabía perfectamente lo que hacía y era dueña de mis actos.
El bolso empezó a vibrar mientras Hugo y yo reíamos sentados en una de las mesas del pub. Lo abrí y me di cuenta de que Vero me estaba llamando desde hacía un buen rato; entonces me percaté de que Álvaro y Vero ya no seguían en el pub. Seguramente se habrían cansado y estarían en casa.
- ¿Diga?
- ¡Hola, Ester! ¿Dónde estás?
- Aún en el pub.- dije mientras subía progresivamente la voz.
- ¿Aún? Yo estoy en casa desde hace un rato. ¿No has mirado que hora es? Mi madre me va a matar como llegues a casa demasiado tarde.
- ¿La hora?- miré un momento el reloj.- ¡Las cuatro y media! Vale, ya voy.
Hugo me miró y yo le dediqué una mueca.
- ¿Te vas?
- Sí.
- ¿Te llevo en moto?- dijo Hugo mientras me mostraba las llaves. Mis ansias me decían "¡sí, sí!" pero ahí estaba mi conciencia para intentar hacerme cambiar de opinión: "Ester, ha bebido. ¿Tú crees que es seguro montarte en la moto de un chico casi ebrio al que conociste hace un mes?"
- ¡Vale!
Salimos del recinto, y noté mucho el cambio de temperatura.
- Tienes frío... ¿quieres mi chaqueta?- mis ansias me decían de nuevo "¡sí, sí! y, en esta ocasión mi conciencia corroboró: "¡sí, sí!"
- ¡Sí, sí!
- ¿Sabes qué?- me dijo mientras se quitaba despacio la chaqueta mostrando de nuevo aquella camisa que tanto le favorecía.- Estabas muy simpática bailando, y muy sexy mientras mordías la manzana.
Por suerte, tuve tiempo para ponerme el casco y disimular el enrojecimiento de mis mejillas.
Nos montamos en la moto y emprendimos el camino hacia casa de Vero. Hugo controlaba bien la moto a pesar de su estado de embriaguez, su forma de conducir me daba seguridad, pero, claro, está científicamente comprobado que mi conciencia no sabe estar callada: "Si tenéis un accidente, recuerda que te lo avisé".
En media hora ya estábamos en la puerta del jardín, así que dí dos besos a Hugo y llamé al móvil de Vero para no despertar a su familia, que automáticamente me abrió la puerta y me acompañó a nuestra habitación compartida.
- Ester.- dijo Vero mientras se ponía el pijama, ¡cómo lo sabía! tenía muy claro que Vero se comportaría como mi madre y me echaría la bronca.
- ¿Qué me vas a decir? ¿Que Hugo no me conviene?
- Puede, pero lo importante es que has cambiado: jamás has bebido, nunca habrías vestido dos semanas enteras de verde sólo porque un chico mayor que tú dice que hace bonito con tus ojos, nunca habrías montado en la moto de alguien borracho. Te comportas diferente. No eres tú. Seguramente el coma etílico lo pasaste por culpa de Hugo
- Sí soy yo. Quizás eres tú la que ha cambiado, "mamá".
Ese comentario hirió profundamente a Vero, que se metió en seguida en la cama y apagó la luz. Yo, me tapé la cabeza con las sábanas después de coger un boli y una pequeña libreta. Estaba realmente irritada: no me explicaba como mi mejor amiga se comportaba como si fuera mi tutora legal, y está cientifiquísicamente comprobado que cuando me enfado, una de dos, o escribo poemas quejándome del mundo o pedaleo horas en la bici estática; y, como no había ninguna bici estática, comencé a escribir mis penas en verso: ¿Para qué rayos tener una amiga, si tienes que hacer lo que ella te diga?...