Habían pasado dos semanas desde la fiesta. Vero y yo nos llevábamos mejor que nunca, y disfrutábamos juntas de las interminables horas escolares. De nuevo había hablado con Álvaro, al que no le había dirigido la palabra desde que me fui de casa de su novia. Y Hugo... apenas sabía de él. De cuando en cuando me enviaba un mensaje y yo me emocionaba; algunos decían que mientras yo no estaba él se veía con una rubia increíble, pero yo no hacía caso de ello, prefería vivir en la ignorancia. Desde luego, esas dos semanas habían sido completamente redondas, a pesar de que cada vez sentía a Hugo más lejos de mí.
Sí, redondas, perfectas, y más aún cuando me enteré de que Miguel Céspedes se interesaba por mí. Estaba enamorada de Hugo... ¿por qué me hacía ilusión que Cespe andase detrás mía? Además, las fuentes no eran para nada fiables. De todos modos, no iba a quedarme en cuarentena esperando a que Hugo se dignase a hablarme y mientras tanto dejar de lado al pobre Cespe, así que, durante esos quince días mantuve alguna que otra conversación sin importancia con él.
Un día, (no importa cuál), al llegar a casa después de una interminable jornada escolar y tras quitarme la ropa para ponerme algo más cómodo (el verde comenzaba a cansarme y a hacerme daño a los ojos) me conecté inocentemente al chat. Y allí, conectado estaba él. No tenía demasiadas ganas de hablar, pero era demasiado tarde: Cespe ya había comenzado una conversación conmigo:
- ¡Hola, guapa! ¿Qué tal?
- Hola, hermoso. Muy bien.
- Oye, le pedí a una amiga tuya tu número de teléfono. ¿Te importa?- ¿Que si me importa? ¡Será descarado!
- No hombre no, como me va a importar... ¿Qué haces?
- Pues, hablando con una preciosidad.- ¿Descarado? Descarado, no, ¡lo siguiente!
- Ja, ja.- noté como mis mejillas se iban coloreando.
- Y viendo las fotos de tu chat. Sales preciosa, me encantaría poder tener una contigo.
- ¡Pues puedes!- ¿Cómo podía haber escrito eso? ¿Se me había ido la cabeza?
- Podríamos quedar un día y hacernos la foto.
- ¡Por supuesto!- todo estaba planeado: simplemente, le iría dando largas hasta que se le pasase la obsesión al niño.
- Oye, ¿puedo pedirte un consejo? Creo que después de tantas conversaciones contigo puedo confiar en ti.
- Dime.
- Tengo un amigo al que le gusta una chavala y no se atreve a decirle nada, es muy tímido.- ¡Al loro! ¡Qué truco más patético! Espera, espera... se refiere a... ¿él?- Todo empezó desde que la vio en el autobús...
¿Cómo? ¡Era él! Cespe era el chico que vi aquel deprimente día... Todo estaba prácticamente claro: se refería a nosotros.
- Quizás tu amigo debería quedar con ella, y sin andarse con rodeos... ¡zas! algo rápido y de sopetón. Tan rápido, que no la dé tiempo a pensar.
Mi pierna comenzó a moverse rapidísimo a causa del nerviosismo que había ido adquiriendo según avanzaba la conversación. Entonces, sentí la llamada de la tila. Los nervios se apoderaron de mí, y abandoné el chat tras ver el último mensaje de Cespe: "recuerda que tenemos algo pendiente".
Mientras me tomaba la tila, cogí mi teléfono móvil para llamar a Vero, pero ésta no lo cogió. Supuse que estaría en su casa, así que, tomando la decisión más errónea de mi vida, salí a toda velocidad por la puerta del jardín. Al doblar la esquina de la calle, el color verde se volvió negro, mis ojos ambarinos se llenaron de lágrimas y yo, simplemente me quedé en medio de la carretera descubriendo que la increíble rubia con la que Hugo salía a menudo y con la que estaba intercambiando saliva era aquélla en la que había confiado, a la que había dado una segunda oportunidad, aquélla que renegaba del chico al que estaba besando, aquella vívora que me había arruinado la vida: Vero.
1 comentarios:
q fuertee!! no me lo esperabaa!! me vas a dejar con la intrigaa ¬¬ estare esperando el domingo impacientee ^^ besos!
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