SE ACERCA EL FINAL...
En seguida retiré a Vero de mí apartándola a un lado para dejarme suficiente campo de visión como para apreciar el cuerpo de Cespe inmóvil apoyado sobre la acera. No pude moverme, estaba en una especie de estado de shock. Vero movió sus manos, dio varias palmadas contra mis mejillas y, finalmente, dijo:
- No sé si está muerto.- No contesté. Simplemente continué mirando al pobre Miguel Céspedes.- ¿Qué hago? ¿Qué hacemos? ¡Estoy histérica!
- ¡Llama a una ambulancia!- reaccioné por fin, sorprendiéndola.
Vero sacó a duras penas el móvil de su bolsillo, ya que las manos le temblaban notablemente. Sin embargo, yo no tenía cuerpo ni para temblar: escuchaba de lejos la conversación de Vero con el teléfono de emergencias cuando decidí levantarme e ir a buscar al culpable de todo esto. Con las pocas fuerzas que me quedaban dirigí mis pasos hacia la casa de Hugo, despacio, mientras notaba que mi cara palidecía por momentos.
Vero intentó impedir que me fuera, quizás lo hacía por mi bien, pero por su bien yo la recomendé que no me acompañase y que se quedara esperando ayuda para Cespe. Una ambulancia se cruzó conmigo a mitad de camino, y decenas de personas durante el resto del recorrido: personas que murmuraban indeseablemente a mi alrededor. Ellos no me entendían, nadie me entendía, seguro que pensaban que estaba loca.
Pero, cuerda o no, llegué por fin a casa de Hugo, donde llamé plácidamente al timbre, calmada, hasta que la puerta empezó a abrirse poco a poco.
- No sé si está muerto.- No contesté. Simplemente continué mirando al pobre Miguel Céspedes.- ¿Qué hago? ¿Qué hacemos? ¡Estoy histérica!
- ¡Llama a una ambulancia!- reaccioné por fin, sorprendiéndola.
Vero sacó a duras penas el móvil de su bolsillo, ya que las manos le temblaban notablemente. Sin embargo, yo no tenía cuerpo ni para temblar: escuchaba de lejos la conversación de Vero con el teléfono de emergencias cuando decidí levantarme e ir a buscar al culpable de todo esto. Con las pocas fuerzas que me quedaban dirigí mis pasos hacia la casa de Hugo, despacio, mientras notaba que mi cara palidecía por momentos.
Vero intentó impedir que me fuera, quizás lo hacía por mi bien, pero por su bien yo la recomendé que no me acompañase y que se quedara esperando ayuda para Cespe. Una ambulancia se cruzó conmigo a mitad de camino, y decenas de personas durante el resto del recorrido: personas que murmuraban indeseablemente a mi alrededor. Ellos no me entendían, nadie me entendía, seguro que pensaban que estaba loca.
Pero, cuerda o no, llegué por fin a casa de Hugo, donde llamé plácidamente al timbre, calmada, hasta que la puerta empezó a abrirse poco a poco.